El atentando ocurrió el pasado 20 de junio en Sonsón, donde aquel día solo tuvo heridas leves
Nadie tiene escrito el día ni la hora y como dice el dicho “nadie se muere en vísperas”. Ese adagio popular se cumplió con Andrés Henao, un hombre de 36 años de edad, quien como si de un milagro se tratara, vio pasar la muerte por sus narices el pasado 20 de junio en su pueblo natal Sonsón, cuando las balas que salieron de la pistola de un sicario, le cruzaron por enfrente de la mirada, sin pensar que aquella vez, lo salvaría la suerte o quizás los miles de rezos que su madre le hizo a la Virgen del Carmen, esos mismos que hoy no valieron pues un motoneto le quitó la vida en la puerta de su nuevo trabajo.
Tras el atentado, Henao se vino para Rionegro a trabajar como barbero, profesión que ejercía en Sonsón de donde le tocó salir disparado, al parecer estaba enredado con el ampa, ese gremio oscuro que no perdona y que cobra sus deudas a las malas y que no distingue frontera alguna, pues los hechos que movieron su muerte habrían ocurrió en Sonsón.
Se pensó que era venezolano, pero no, irónicamente fue un venezolano el que le dio empleo en una barbería donde no llevaba ni 8 días y en donde escasamente se había hecho para librar la silla “pagar el alquiler del puesto”, pues el trabajo en el gremio anda pesado por estos días.
Henao es el muerto número 22 en la larga lista de occisos que ha puesto la “guerra” en Rionegro, una invisible porque nada se sabe, nada se ve pero mucho se escucha.