Familia y amigos le cumplieron su último deseo, llegar al cementerio en la mula que manejó durante años
En una emotiva despedida, cientos de personas se reunieron en la capilla Jesús Nazareno para honrar la memoria de don Oliverio, un mulero que durante más de 30 años recorrió las vías del departamento y del país. Su fallecimiento el pasado viernes dejó un vacío en la comunidad, pero su legado vivirá en la memoria de aquellos que lo conocieron.
La imagen del féretro montado en la parte trasera del cabezote, rodeado de sirenas, pitos y luces, es un recordatorio poderoso de que, sin importar cuántas cosas materiales acumulemos en vida, al final solo nos llevaremos nuestro cuerpo. La muerte es una realidad que nos iguala a todos, y don Iván nos lo recuerda en su último viaje.
Mientras el vehículo que fue su compañero de ruta durante años lo llevaba a su morada final en el cementerio municipal, los asistentes no podían evitar reflexionar sobre la fragilidad de la vida. Don Oliverio nos deja un legado de dedicación, trabajo y amor por su labor, pero también nos recuerda que todo tiene un final.
En un mundo donde a menudo nos enfocamos en lo material, la muerte de don Oliverio nos invita a reflexionar sobre lo que realmente importa. ¿Qué nos llevaremos a la tumba? ¿Qué legado queremos dejar en este mundo? La respuesta es simple: solo nuestro cuerpo, y el amor y los recuerdos que dejamos en los corazones de aquellos que nos conocieron.